“Dicen que el tiempo cura las heridas, no estoy de acuerdo... Las heridas perduran. Con el tiempo la mente, para proteger su cordura, las cubre con cicatrices y el dolor se atenúa, pero nunca desaparecen”.
5.6.09
Muere, Muere, Muere...
Que el fuego de las estrellas
se apague por un momento,
en esta noche lúgubre,
para que no ilumine mis negras intenciones.
Toda luz ha sido devorada por la sobriedad de la noche
mientras yo me acerco más y más a mi destino.
A lo lejos, veo una tenue luz,
una ventana iluminada por una vela interna.
Entro a tu aposento y observo tu inocencia intacta
que yace sobre la cama.
Delicioso.
Por ti he sufrido tanto,
por ese cuerpo frágil
he de pasar mis noches en un interminable insomnio.
Solo terminando con él es que consigo la redención.
Autoflagelación.
Me acerco contando mis pasos,
tan preciados,
los sentidos perdidos.
Saboreo el ambiente de la espera,
la presencia de lo irreal,
del ansia que se consume como esa blanca vela.
La navaja que ha de pagar mi condena,
que ha de labrar mi crimen,
brilla con el reflejo de tu luz.
La tomo y la observo al mismo tiempo que te observo a ti,
todavía perdida en sueño.
Piel húmeda, sensible, ardiente, tu boca,
tus labios esperando, esperando algo que nunca conocerán.
Plenitud de la insatisfacción.
Silencio...
Con mi mano cubro tu boca
y te despiertas en sobresalto,
la lucha es inútil,
la decisión ya esta tomada y no hay vuelta atrás.
Tomo el arma y con un simple movimiento de mi brazo,
penetra tu piel, tu espíritu.
Abro tu estomago hasta las entrañas.
Rojo, tinto, un baño de sangre.
Hasta los codos, empapada de placer,
ciega de oído y tacto.
Que débil eres, oh desilusión, muy vulnerable.
Siempre lo supe.
Pruebo tu último respiro y el mío.
Por que nunca debiste ser,
nunca debiste provocar tanto en mí.
Maldita inocencia,
maldita ingenuidad.
Muere, muere, muere.
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