8.8.08

Ella...


Ella se sentía culpable por tener en la cabeza ese recuerdo ya imborrable que inundaba de tristeza la riqueza de su ser. Por no poder retroceder hasta ese ayer, en el que la dureza con la que él la maltrataba aun no existía, en el que era una niña todavía que no tenía por qué conocer.

No, la angustia que te angustia dejaría su alegría tras perder la sonrisa, el amor propio y poder mirarse en un espejo para ver su bello rostro y volver a sentirse guapa, defender a espada y capa
su espacio vital, aún a costa de caer en un abismo violento. Su integridad moral aún a riesgo de perecer en ese mismo intento. Aún así lo estuvo haciendo hasta saber, que de momento, tanto mal al final la iba a vencer.

Ella era una diosa para dioses, ella era una musa de poetas. Ella era la luna de mis noches, era ella la que conseguía que alcanzara metas. Ella era el motivo de mi lucha, ella era mi utopía, mi quimera. Era ella gracias a quien ahora la gente me escucha, la primera cosa en la que pensaba cada día era ella.

Estaba hundida, sumida en un conflicto mental, tal que el opáco cristal a través del cual observaba su vida le impedía contemplar sus opciones de futuro. Averiguar cuál sería el camino menos duro
para superar ese infranqueable muro, por el cual trepar desde lo más profundo de ese odioso pozo oscuro. En el que la tristeza la sumía hasta la superficie de ese mundo que asumía, alumbrado por un soleado día que veía.

Sin poder luchar, anclada en la agonía, y sin casi darse cuenta se vio envuelta en una manta blanca y fría. Que traía más problemas, que la aislaba de los demás, y que hacia los enigmas que en el pasado adornaron su piel fueran sólo dulce miel comparados con los que su mente dejó grabados como emblemas. Intentó ahogar sus penas en alcohol, noches de fiesta que unían una puesta con otra puesta de sol.

Creía tener el control, pero sólo la mente; su mente respondía si recibía diariamente la dósis que le volvía a sumergir en ese frasco de formol, que la mantenía en esa vía con atasco y la destruía. Decidió tirarlo todo a la basura y arreglarlo por la vía rápida, pues la única cura requería una fuerza de voluntad que ella ya no tendría que reunir si permitía su alma partir para que su cuerpo pudiese dormir por siempre bajo una lápida. Esa decisión no era la válida, pero que era casi imposible superarlo era verdad.

Ella era una diosa para dioses, ella era una musa de poetas. Ella era la luna de mis noches, era ella la que conseguía que alcanzara metas. Ella era el motivo de mi lucha, ella era mi utopía, mi quimera. Era ella gracias a quien ahora la gente me escucha, la primera cosa en la que pensaba cada día era ella.

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